BENETTI SPECTRE


SIGILOSO GIGANTE

por EDMUNDO A. EGUIARTE
foto CORTESÍA BENETTI S.P.A.

Benetti, como parte del selecto grupo de astilleros que lleva varias generaciones construyendo yates desde hace más de un centenar de años. Para el caso particular de Benetti esto es desde hace ciento cuarenta y seis años. Con todo el conocimiento técnico y experiencia obtenida en este tiempo hace que el nivel de maestría en la construcción naval se haya pulido a nivel de excelencia.

Pero este yate no es cualquiera, sabemos perfectamente quienes son sus propietarios y lo que esperaban de su nueva adquisición – y por experiencia conocen a Benetti – este es su tercer barco con el astillero.

Desde el nombre podemos deducir de quién es esta embarcación, el propietario tiene un particular gusto por las películas de James Bond, y Spectre es el último gusto náutico de los Staluppi. Así como Benetti sabe perfectamente cómo construir yates, los orgullosos propietarios de éste sabían perfectamente lo que esperaban de su nuevo palacio sobre el agua.

Por fuera parece cualquier Benetti – definitivamente hermoso y majestuoso – pero en su construcción hubo tres directrices inamovibles: velocidad, estabilidad y confort. El truco es que cada una anula a la otra, así es que estos requerimientos pusieron a prueba por igual a diseñadores e ingenieros y – gracias a una incesante búsqueda de soluciones innovadoras se redujo el peso considerablemente para que se pudieran conjuntar esas tres directrices. El casco fue probado y vuelto a probar, los sistemas de estabilización nacieron en la industria militar (para estabilizar barcos de guerra) y se adaptaron para dar servicio a un yate de placer.

El resultado de todos estos factores, el cariño y el tiempo que pusieron los dueños, hacen de este proyecto un logro que se celebra con bombo y platillo.

En sus cuatro cubiertas – cinco si contamos la de lavandería y congeladores de desperdicios – podemos encontrar de todo, espacios para almacenaje, para relajación (la mayoría), para lectura y virtualmente para cada uno de los ánimos en los que nos encontremos o dependiendo de las actividades que podamos realizar en este palaciego yate.

En la cubierta del puente de mando tenemos tanto un área cubierta dedicada al capitán y a su coto de control – el puente de mando – así como a los invitados ya que, por ser la cubierta más alta la vista es espectacular. Además invita este lugar para un buen chapuzón en la alberca de popa que es una maravilla.

La cubierta superior es la que más peso tiene ya que aquí está el camarote de los Staluppi, con una vista privilegiada y con siete ventanales – una vista de 180° – se puede dominar el horizonte desde la comodidad de sus aposentos. Ahí también está el Skylounge para darle servicio completo al propietario, ya que este espacioso lounge tiene, además de un piano, un bar, una mesa para ocho. En el exterior una majestuosa mesa que complementa todo lo que tenemos en el interior, la sala de popa hace mancuerna con el comedor exterior. Cada detalle en cada rincón deja claro que no se escatimaron horas hombre y mucho menos maestría para cada elemento (visible u oculto). Y, pequeño detalle, aquí también encontramos el helipuerto (touch-and-go) que simplifica aún más el transporte.

La cubierta principal es la más espaciosa sobre todo en la parte que está cubierta – sin dejar de lado algunas zonas exteriores – ahí encontramos tres de los seis camarotes para invitados, considerando también el del dueño. En este nivel está el camarote VIP que tiene dimensiones palaciegas. Aquí tenemos el lounge principal y un lounge exterior que es digno de admiración, ya que nos permite disfrutar de Spectre, de su majestuosidad así como de los detalles que tiene para ofrecernos los alrededores, dependiendo de en dónde estemos navegando.

Por último, y no por ello menos importante encontramos la cubierta inferior en donde están los otros dos camarotes de invitados, los de tripulación, la cocina, el garaje para los juguetes. Adicional a ello el spa o salón de belleza y el gimnasio, lo que nos permite disfrutar del ejercicio mientras arribamos a nuestro nuevo destino.