DASSAULT FALCON 8X


BONJOUR MONDE

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POR EDMUNDO A. EGUIARTE
FOTOS CORTESÍA DASSAULT FALCON, JEAN FRANÇOIS ROMERO, KATSUHIKO TOKUNAGA Y PHILIPPE STROPPA

Como un digno representante de la ideología francesa (y de su orgullo) Dassault decidió reinventarse al lanzar el Falcon 8X, un avión cuyas capacidades superan –y no por márgenes pequeños– a su antecesor el Falcon 7X.

Aquí estamos hablando de aviones grandes y con rangos de operación trasatlánticos (en el caso del 8X tiene un rango de 11,945 km), con opciones hasta para la distribución de la cocineta las opciones son apabullantes. Este es un avión que se puede configurar virtualmente de la manera que tengamos en mente sin hacer ajustes mayores.

Dentro de los detalles de esta nueva aeronave se encuentran más ventanas que en el 7X (29 versus 33 que tiene el 8X), mayor altitud operativa máxima, más de 30 arreglos interiores para la cabina, nuevo sistema de filtrado de aire que permite un 20% más de humedad, sistemas de entretenimiento de alta definición y hasta una regadera hacen de este avión, un objeto de deseo.

Dentro de las opciones que se tienen en el interior está la de convertir en un camarote, un baño completo, lo que contribuye a que a pesar de volar toda la noche nos presentemos frescos a cualquier destino al que vayamos. Es una extensión de nuestro hogar pero en el aire.

Gracias a su diseño de tres motores, además de la obvia redundancia que nos da mayor seguridad, este bólido alado (que alcanza una velocidad máxima de 0.90 mach, es decir, más de 1,100 km/h) y tiene una autonomía superior a las 6,400 millas náuticas, nos puede llevar sin escalas en rutas como Nueva York – Londres, Nueva York – Dubai y Singapur – Londres.

Este es un claro ejemplo de una empresa bien cimentada y que ha ido creciendo constantemente desde sus inicios. La pasión por la aviación y la estética conjugaron en un joven francés: Marcel Ferdinand Bloch –posteriormente conocido como Marcel Dassault– quien hizo fama desde los 24 años, edad en la que logró convertirse en proveedor del ejército francés al diseñar una hélice (o propela) llamada Éclair que fue seleccionada por el gobierno como parte de las tres con mejor diseño, utilizadas para los aviones de la época.

Durante toda la época comprendida desde 1916 hasta 1945 la pasión y capacidades del joven Marcel se fueron puliendo hasta hacerlo un renombrado fabricante de aviones para Francia, incluso exportando algunas de sus aeronaves.

Rebelde ante el régimen nazi, Marcel junto con su esposa y sus dos hijos fue confinado al campo de concentración, lugar en dónde se negó rotundamente a colaborar con los nazis basado en su creencia de que los alemanes perderían la guerra. Durante este periodo su fervor por la aviación no disminuyó y lo mantuvo con espíritu fuerte con la promesa de seguir construyendo aviones.

A su rescate del campo de concentración de Buchenwald (Weimar, Alemania) decidió cambiar su apellido a Bloch–Dassault, además de convertirse al catolicismo y a partir de ese momento se le empezó a conocer como Marcel Dassault.

Su gran pasión lo llevó a seguir trabajando casi hasta el final de su existencia en 1986 (a los 94 años). Esto deja claro que las pasiones generadas desde la juventud pueden convertirse en algo grandioso que deja huella, aún después de que su fundador deje este mundo.