MAGIA RESPLANDECIENTE
El diseñador canadiense, nacido en Israel, Omer Arbel habla de la manera en que concibe piezas que cautivan mundialmente por su asociación emocional, cuyo especial interés es reconciliar el aprecio por los objetos que perduran en la vida cotidiana.
por ARTURO EMILIO ESCOBAR
fotos BOCCI
En su pequeño y cálido estudio de no más de 10 integrantes, en Vancouver, Omer Arbel (Jerusalén, 1976) crea objetos únicos con un guiño de fantasía, en busca de una belleza que aumente su valor con el tiempo. Su trabajo al frente de la firma Bocci ha obtenido reconocimientos internacionales y algunas de sus piezas son consideradas de colección por sorprender a quienes descubren ese arte de atrapar la luz.
“Remontémonos al pasado, a la Francia anterior a la Revolución Industrial, cuando una persona llegaba a poseer unos 100 objetos en toda su vida; éstos, entonces, debían ser muy útiles, altamente funcionales y simplificados, cargados de asociaciones emocionales y memorias; su reemplazo y la entrada de un nuevo objeto en su vida requería cierta decisión y compromiso con el objeto. En ese entonces la vida cotidiana tenía un valor sensorial, interior, pero ahora la relación es muy superficial, y eso mismo sucede con la arquitectura”, dice Omer Arbel.
No obstante, hay un mercado al que le agrada desechar y renovar constantemente sus espacios. “Cambiar esta bien, pero una mesa debe ser lo suficientemente buena como para tener una vida más allá. La idea, mi filosofía como diseñador de Bocci, es que los objetos obtengan valor con el tiempo, no que lo pierdan”.
En su faceta de emprendedor, Omer ha logrado conjuntar la creación de objetos únicos con la producción en serie. Una de sus estrategias ha sido desarrollar sistemas de manufactura en los que el resultado sea siempre diferente, como 28, su famosa lámpara que está disponible en México a través del showroom Diez Company. “Al diseñar esa pieza no estábamos pensando en cómo se iba a ver, sino en el aprendizaje que surge de la experimentación. Así nos percatamos que el vidrio suele ser soplado cuando está en estado líquido, pero si tienes una esfera de vidrio soplado, y ya frío le aplicas calor a un punto con un soplete, de modo que se forme un punto candente, y desde ahí extraes el aire a la pieza, creando un vacío, una implosión, aparece algo muy interesante y diferente cada vez”.
Él trabaja con intersecciones de texturas, luz y materiales, porque “un candil no es una lámpara, es un activador de un espacio, un elemento arquitectónico. Me gusta pensar en las habitaciones como linternas, como contenedores o botellas llenas de luz; esta visión, que no se relaciona con las definiciones tradicionales de arquitectura, diseño industrial o iluminación, es mucho más rica y poderosa”.
Entre sus memorias está la etapa en la que trabajó con el desaparecido arquitecto catalán Enric Miralles, durante dos años, y la enseñanza más grande fue un sentimiento: el del ambiente en un estudio que operaba al nivel de máxima exigencia. “Éramos como 30 personas que compartíamos una visión muy fuerte, clara, rigurosa, como un pequeño universo, y el poder de las ideas era muy puro, había una gran energía, y eso mismo intento recrear en mi estudio de iluminación.
“La elección de un objeto debe ser importante, porque los objetos pueden acompañarnos en la vida en vez de ser desechables. Incluso, hay que pensar el espacio entero como un objeto sensorial.”
Omer Arbel