REPÚBLICA CHECA: BELLEZA A CADA PASO
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Este país tiene muchos atractivos, más allá de la gran belleza de su capital, Praga. Son muchas las ciudades, pueblos y rincones que merecen la pena descubrir.
POR AZUCENA PACHECO
La sorpresa comienza al salir del aeropuerto. Casi en cualquier país he distinguido zonas descuidadas o que no guardan armonía con el resto de la fisonomía del lugar. En República Checa, la perfección arquitectónica se encuentra por doquier, a veces interrumpida por algunas huellas del comunismo, visibles casi únicamente en las carreteras entre destinos… pero son como las arrugas en el rostro de una mujer hermosa: peculiaridades que la vuelven aún más interesante.
PRAGA: LA CIUDAD DE LAS CIEN TORRES
Tras atravesar una serie de hermosas callejuelas repletas de comercios interesantes, entramos a la Plaza de la Ciudad Vieja, que data de 1061. Es imprescindible que compres la PragaCard, te ahorrará dinero y filas. Entre los cientos de lugares de interés que incluye, está la Torre del Ayuntamiento, que data de 1338. Allí podrás recorrer las exquisitas salas desde donde han gobernado los reyes de Chequia, el laberinto de túneles en el subsuelo, las esculturas del reloj astronómico y subir a la Torre.
Esta primera torre nos sorprende con un paisaje de ensueño: las dunas de techos anaranjados sobre palacetes multicolores se extiende hasta donde alcanza la vista. Al salir de la torre y en punto de cada hora, el Reloj Astronómico, uno de los más antiguos del mundo (1401), da un espectáculo memorable.
En el mismo perímetro se encuentran la Iglesia de Nuestra Señora, la de San Nicolás, el palacio rococó de los Kinsky (Museo Nacional), la Casa de la Campana de Piedra, y el Palacio Granovsky. Y en la calle Paris (Parizská) encontrarás las boutiques de los mejores diseñadores internacionales.
Cuando comienza a caer la tarde, es el mejor momento para subir al Puente de Carlos, una de las edificaciones más emblemáticas de Praga, y que comunica la Ciudad Vieja con Malá Straná, la zona del Castillo. A esa hora también se reúne una gran cantidad de artistas y artesanos. Antes de atravesar el puente, no olvides visitar San Nicolás, la iglesia barroca más hermosa de Praga.
BARRIO DEL CASTILLO DE PRAGA (HRADCANY, 1598)
Es recomendable dedicar todo un día a este barrio, pues además del Castillo (el más grande del mundo y que cuenta en su interior con infinidad de galerías, jardines, museos e iglesias), los alrededores también son dignos de visitarse. El cambio de guardia es cada hora, entre las siete de la mañana y las ocho de la noche.
Visita la Catedral de San Vito, de estilo gótico, el Antiguo Palacio Real (Stary Kralovsky), con la enorme sala gótica de Vladislav, la Basílica de San Jorge, la construcción románica mejor conservada de toda Bohemia (920 D.C.), la Capilla de la Santa Cruz, la Pinacoteca del Castillo, el Palacio de Verano, y los callejones Dorado y Daliborka, en los que te sentirás transportado a la época medieval.
También es muy recomendable visitar Nove Mesto (Ciudad Nueva, de 1338), con la Plaza de Wenceslao, donde se yergue el monumento a este santo, frente al Museo Nacional, el Barrio Judío (Josejof), donde vivió Franz Kafka, y está colmado de leyendas, sinagogas y cementerios. Ambos barrios presumen de torres y edificios igual de impresionantes que en la Ciudad Vieja.
No te debes perder el crucero por el Río Moldava, y aunque lo puedes hacer a cualquier hora, me pareció precioso cenar a bordo, durante el atardecer, y en un recorrido de casi dos horas. Concluye cualquiera de tus días aquí con un poco de buen humor, presenciando algún espectáculo de teatro negro, en el que actores y escenarios están cubiertos de este color y los elementos del espectáculo, que incluye pantomima, acrobacias y vodevil, son de colores fluorescentes.
Hospédate en el céntrico Pachtuv Palace, un edificio barroco del siglo XVIII. Se recomienda una estancia de entre cuatro y cinco días.
CESKY KRUMLOV: LA CIUDAD MEDIEVAL MEJOR CONSERVADA DE CHEQUIA
A sólo dos horas de Praga, dedica un día a este destino fundado en 1302, que aunque fascinante es bastante pequeño. Aquí todo se trata de caminar a tu aire, visitando las tiendas de encajes y títeres de madera, y maravillándote con el paisaje medieval, o disfrutar de alguna de las agradables terrazas para tomar un café, una copa de Absinth, o comer la sustanciosa comida checa, basada mayormente en caldos espesos con carnes y leguminosas, como el goulash.
Visita la Ciudad Vieja, dentro la U que forma el río Moldava, con la plaza del Ayuntamiento, del Siglo XVI, en cuyo centro verás la Columna de la Peste, que fue construida en 1715, en gratitud por haber evitado dicha epidemia. Además, puedes ver la iglesia de San Vito. En el vecino barrio de Latrán, se yergue imponente el colorido castillo, de 1240 y el segundo más grande de Chequia, junto a la iglesia de San Justo. Cuando subas a la torre, obtendrás las mejores panorámicas del pueblo medieval.
KARLOVY VARY: AGUAS CURATIVAS Y VIDA SIBARITA
Dos o tres días serán necesarios para disfrutar a pleno todo lo que esta ciudad señorial, repleta de hoteles, restaurantes y spas de lujo tiene para ofrecer. El enclave más importante del triángulo de los balnearios fue fundado en el año 1350 y sus guas curativas fueron visitadas por Goethe, Beethoven, Paganini, Casanova y Mozart, entre otras legendarias personalidades.
Aquí la diversión comienza al comprar una preciosa taza de porcelana. El reto es beber de las trece fuentes que, se cree, sirven para el tratamiento de todo tipo de afecciones. Hay que visitar también el casco histórico que bordea el río Teplá, y las calles de Mlýnská o Tržní, donde encontrarás los Baños Imperiales y la iglesia de Santa María Magdalena. Cerca de allí, brota el manantial más caliente de Karlovy Vary, el Vřídlo, que alcanza los 72º C.
Ahí también es imprescindible admirarlo todo desde arriba. Sube en teleférico al mirador Diana o pasa tu día en los indulgentes spas, destinados a consentir tu mente, cuerpo y espíritu. También es muy recomendable visitar la fábrica de vidrio Mozer, y al salir no olvides los sounvenirs. Cuentan con una variedad casi infinita, desde vasos y tarros de cerveza tradicional, hasta verdaderas obras de arte, y por supuesto, no puedes dejar de visitar el castillo Locket, en lo alto de la parte vieja de la ciudad. La cereza del pastel será hospedarte en el Grand Hotel Pupp, catalogado como uno de los mejores del mundo.