QUEENSTOWN LUJO Y ADRENALINA


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por Vicente Ochoa Leyzaola

A las orillas del lago Wakatipu y con los Alpes del Sur como telón de fondo, Queenstown (nombrada así en honor a la reina Victoria) es una pequeña ciudad que vive por y para el turismo.

Para llegar ahí, nada mejor que el excelente servicio de Air New Zealand, calificada como una de las diez mejores aerolíneas del mundo por sus detalles de consentimiento y gran eficiencia.

Considerada como uno de los cuatro mejores resorts de montaña en el mundo (junto con Vail, Estados Unidos; Val Gardena, en los Alpes Italianos y Bariloche, en la Patagonia Argentina) y catalogada como uno de los mejores destinos vacacionales por publicaciones especializadas, como: Condé Nast Traveler y Travel & Leisure; Queenstown es una verdadera joya de la isla sur de Nueva Zelanda. Un destino que atrae a más de un millón de visitantes por año, quienes llegan ahí en busca de sus magníficos escenarios naturales, o bien, por su excelente infraestructura de servicios.

En efecto, Queenstown es el sitio ideal para los amantes de la adrenalina, no sólo debido a que ahí se dan las mejores oportunidades para la práctica del esquí en nieve y snowboard, sino también por el bungy y las lanchas shotover (dos inventos neozelandeses).

Pero eso no es todo: también hay rafting, paracaidismo, escalada alpina, ala delta y vuelos en helicóptero – tanto panorámicos como para quienes decidan aventurarse al helisky (lanzarse con esquíes desde el helicóptero hacia la montaña) ¿se atreve usted? –.
El salto en bungy es la actividad más popular y buscada por los turistas y se puede practicar en varios puntos alrededor de la ciudad, aunque el más famoso es el puente suspendido Kawarau –a 23 kilómetros de Queenstown– con una altura de 43 metros. Se dice que fue ahí, precisamente, donde se inventó este deporte extremo.

Por su parte, el rafting es muy popular en los ríos Shotover y Kawarau, en diversas zonas y con niveles de dificultad que van desde el número 1 hasta el 6, –donde el 6 se conoce como “intransitable”–. Algo muy divertido es experimentar un paseo en las llamadas lanchas shotover, que van a gran velocidad y, de repente, giran su dirección de manera brusca, provocando que los pasajeros se muevan sin control de un lado a otro y terminen empapados.

Para los espíritus más reposados, hay deliciosos cruceros por el lago (¿qué tal una cena romántica en el barco, mientras se van encendiendo las luces de la ciudad?); tres excelentes campos de golf; paseos en globo y travesías en vehículos todo terreno por imponentes montañas y cañones, donde se pueden observar algunos de los escenarios naturales utilizados en la cinta “El Señor de los Anillos”. Por cierto, casi todos los guías de turistas trabajaron como extras en esa famosa película, de modo que se vuelven a emocionar al mostrar los puntos clave del rodaje.

LA MEJOR VISTA DE QUEENSTOWN

A la orilla de la ciudad, al final de la calle Brecon, se aborda la góndola (teleférico) que sube hasta Skyline. Un atractivo complejo de servicios que ofrece un buen restaurante bar –con las mejores vistas de Queenstown–, una bien surtida tienda de souvenirs, la proyección de una película sobre las bellezas naturales de Nueva Zelanda, salto de bungy, paragliding y la oportunidad de practicar el luge –una especie de carrito de baleros, por el que se desciende la montaña a través de senderos bien trazados y con diferentes grados de dificultad–. ¡No se lo pierda!

CAMINANDO POR LA CIUDAD

Las calles céntricas de Queenstown, a la orilla del lago, invitan a caminar y pasar un buen rato viendo los escaparates y curioseando en sus tiendas.

Hay ropa de lana y de piel de excelente calidad con diseños originales, ropa de esquí y todo el equipo que pueda usted imaginar, tanto para la práctica de los deportes extremos como para otras actividades al aire libre.

También encontrará varias joyerías especializadas en la venta de ópalos (piedra nacional de Nueva Zelanda), así como jade y concha nácar.

En las tiendas de souvenirs hay hermosos trabajos en madera labrada por los aborígenes maoríes, así como textiles de lana (no hay que olvidar que este país tiene 50 millones de borregos y sólo 4 millones de personas).

Otra buena idea es ir seleccionando un restaurante para comer o cenar, lo cual no resulta muy sencillo debido a que hay muchas y muy buenas opciones. Por supuesto destacan los establecimientos de pescados y mariscos, tanto como los que ofrecen suculentos guisos de cordero y de venado. Platillos todos que se acompañan de maravilla con algún vino neozelandés, cuya calidad y fama va en aumento, en especial si hablamos de los blancos. Por cierto, muy cerca de Queenstown se producen vinos Pinot Noir y Pinot Gris en verdad memorables. Hay visitas guiadas a dos o tres bodegas que realizan degustaciones y cuentan con muy buenos restaurantes.

Otras opciones para un día tranquilo son: pasear a caballo por los alrededores del lago Wakatipu, jugar al golf o acudir a un spa y recibir algún masaje relajante y/o tratamiento estético.

Por la noche, Queenstown se anima en barecitos y lugares para bailar, algunos muy juveniles y otros más románticos. Esa es una buena oportunidad para convivir un poco más con los kiwis – como se auto nombran los habitantes de Nueva Zelanda – quienes, a primera vista, son muy parecidos a los ingleses, pero al conversar con ellos nos damos cuenta de que son personas mucho más cálidas y sencillas.

Como quiera que sea y en cualquier época del año, Queenstown tiene algo interesante y divertido para cada gusto, siempre con excelente infraestructura de servicios, aire limpio y el estilo de vida de los neozelandeses, gente de trabajo con gran apego a la tierra y una profunda vocación de hospitalidad. ¡Buen viaje!