Cuatro castillos, CUATRO LEYENDAS


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Por Sebastián Maceri

Como bajo el hechizo de los acordes del laúd y de la flauta dulce, instrumentos musicales del medioevo por excelencia, la silueta de los castillos irrumpe la verde y pacífica campiña eslovaca.

Con Polonia, Ucrania, Hungría, Austria y República Checa como vigilantes, Eslovaquia es un país rodeado de tierra. Quizá sea por esto – por la carencia de mar –, y de las fantasías que lo acompañan, que los eslovacos han encaminado sus historias y sus mitos hacia los castillos.

Bojnice y el espíritu del Príncipe János

Heredado en vida por su padre el rey húngaro Mátyás Korvin, en 1489, János Korvin se convirtió en el afortunado dueño del Castillo Bojnice, situado a 5 km de Prievidza. El rey, siendo muy cercano a su ilegítimo vástago, amaba visitar la región, hasta que el monarca cayó enfermo y murió.

La leyenda dice que, en un ataque de ira, la reina mandó matar a János cuando éste regresaba de pasear, adueñándose a su vez del castillo. Puede tratarse de una artimaña publicitaria, pero los guías aseguran que, cuando el sol va escondiéndose tras los Montes Cárpatos, es posible ver caminar al fallido príncipe por las inmediaciones de Bojnice.

Independientemente de las leyendas que rodean este lugar, vale la pena visitar su interior, pues es el castillo mejor conservado de Eslovaquia. Posee muebles, ornamentos y obras de arte en perfecto estado, permitiéndonos observar y, con un poco de imaginación, sentir cómo se vivía en esa época.

El castillo Bojnice, y su gran parque, son sede de muchos eventos culturales, entre ellos el Festival Internacional de Fantasmas y Espíritus y un festival veraniego de música. También cuenta con un museo y un zoológico, que no sólo es el más viejo del país, sino también el más visitado.

Cerveny Kamen, el castillo que no debería de estar

Cerveny Kamen, eslovaco por Castillo Rojo, no se suponía que iba a estar situado aquí. En el siglo XIII, la Reina Konstancia había elegido otra zona en los pequeños Cárpatos para construir lo que sería su morada.

El lugar idóneo era el Monte Kukla, un mirador con una inmejorable vista del valle. Después de la excavación para construir un sótano y de llevar el material para erigir el castillo, cosas extrañas empezaron a suceder. Al siguiente día, los trabajadores llegaron a Kukla, sólo para ver que no había nada ahí, ni excavación ni materiales. Para su sorpresa, encontraron todo intacto pero en el lado opuesto del valle. Sin detenerse a buscar explicación, se volvió a excavar y construir en el lugar elegido por la reina, únicamente para volver a encontrar que todo había cambiado de lugar. Los ancianos adjudicaron estos fenómenos al monte mismo, pues Kukla tenía fama de poseer misteriosos poderes, “por haber sido habitado por gigantes”, rezaba la leyenda. Sea como fuere, el castillo nunca se pudo levantar donde se planeó. La reina eventualmente se rindió, y hasta se llegó a decir que fue el castillo mismo que eligió donde quería estar.

Para la mayoría de los viajeros, la manera más razonable de llegar es por automóvil desde la ciudad de Casta, a 35 km de Bratislava. Los visitantes más intrépidos pueden tomar un autobús de Trnava a Casta, y subir caminando el trecho hasta el castillo.

Devin, la prisión de las doncellas

A tan sólo 10 km al este de Bratislava, se encuentra el pueblo Devin, coronado por el castillo del mismo nombre. No es extraño que esta fortificación esté localizada aquí, la cercanía con la confluencia de los ríos Danubio y Moravia –accidentes que marcan la frontera natural entre Austria y Eslovaquia –, lo convertía en una aduana difícil de flanquear. Por esto, fue utilizado como fuerte militar y centro mercantil.

Tallado sobre un gigantesco montículo de 212 metros de altura, esta edificación data del siglo V. Su antiguo nombre, Dowina, proviene de la palabra deva, eslovaco por muchacha. La leyenda cuenta que desde la Torre de la Doncella, la parte más fotografiada del castillo, muchas hermosas vírgenes confinadas a este espacio, se lanzaron al vacío buscando su libertad.

Mandado a destruir en 1809 por Napoleón, el edificio vivió una larga época de reconstrucción, misma que está resumida en una de las áreas que sirven ahora como museo.

El castillo está abierto al público de abril a octubre, y en sus inmediaciones se pueden alquilar canoas para recorrer el Moravia. Un río que, con 62 especies de peces, posee una de las faunas más diversas de la región. También se pueden rentar bicicletas.

Spiš, o el renacer de las cenizas

Muchos de los castillos eslovacos, debido a su larga historia y a las batallas que sufrieron, han tenido que ser reconstruidos, unos en menor medida, otros casi en su totalidad. El castillo de Spiš es quizá el mejor ejemplo de esto último. Este colosal edificio, construido en el siglo XIII, es el complejo en su especie más grande de Europa.

Uno de los acontecimientos más antiguos de los que se tiene registro dicta que, durante las invasiones tártaras de 1241, el castillo soportó los embates y se mantuvo estoico. El cambio de dueños y de épocas lo fueron agrandando y modificando hasta que, en 1945, un incendio lo arrasó todo. Su reconstrucción dio pie a excavaciones arqueológicas, durante las cuales se hallaron vestigios de Edad de Piedra y de la baja Edad Media.

Como atracciones secundarias, siendo la principal el castillo por sí mismo, son las visitas nocturnas (la iluminación es increíble), y las fiestas medievales que tienen lugar durante los fines de semana de verano. No por nada el castillo sirvió como locación para las películas Dragonheart y The Last Legion.