ROLLS-ROYCE PHANTOM VII
[gss ids=”6728,6729,6730,6731,6732,6733,6734,6735,6736,6737,6738,6739,6740,6741,6742,6743″ options=”timeout=4000″]
EL ESPÍRITU DEL ÉXTASIS
POR EDMUNDO A. EGUIARTE
FOTO CORTESÍA ROLLS-ROYCE MOTOR CARS
Como reza el dicho popular: “… las segundas partes no son buenas…”, tal aseveración me deja con una duda inmensa, si las segundas partes no son buenas ¿qué sucede con una octava parte? y más tratándose de automóviles de lujo que hay marcas que pasan fugaces por nuestras vidas, pero no es el caso de Rolls-Royce, una marca que con sólo mencionarla sabemos que hablamos de lo más lujoso y personalizado que puede haber. A tal grado que la expresión “… este es el Rolls-Royce de los (completar la frase) …” es de lo más común, al menos en mi experiencia.
Y tanto ha sido el éxito y la confianza en este fabricante que hay motores y sistemas de la marca en aviones, yates y muchas aplicaciones más. La historia de esta marca tiene muchos recovecos, desde su fundación hasta el día de hoy como él último acuerdo entre BMW y Volkswagen Group para definir quién sería el dueño de la marca – y al final quedaron como competidores BMW con Rolls-Royce y VW con Bentley –.
Frederick Henry Royce y Charles Stewart Rolls se conocieron en 1904 y desde ese año acordaron que Rolls comercializaría los vehículos fabricados por Royce y que tales vehículos serían conocidos como Rolls – Royce cuyo éxito temprano – en las décadas de 1906 a 1925 – se debió a la confiabilidad del mítico Silver Ghost.
Otra historia detrás de esta marca es la creación del famosísimo “Espíritu del Éxtasis” (la escultura en el cofre de los Rolls Royce) esta mítica silueta se oculta dentro de la parrilla en algunos modelos pero en particular en esta octava generación tiene un sistema antirrobo que al detectar presión o un golpe desaparece para conservarse a salvo, de esta forma es prácticamente imposible que alguien que no sea dueño de un Rolls Royce tenga una de las estatuillas.
Pero la historia de su creación viene de la pasión de la marca – y sus clientes – por hacer piezas únicas que trasciendan en el tiempo. El caso es que cuenta la leyenda que uno de los propietarios de un vehículo lo quiso personalizar y pidió a un afamado escultor que hiciera una diosa para llevarla en la parrilla – inspirada en su amante – y de ahí surgió la idea. Posteriormente Rolls-Royce comisionó a este mismo escultor la elaboración de un símbolo que representara el espíritu de los fundadores y por ende la esencia de la marca que fue plasmada en esta hermosa diosa.
El nivel de personalización dentro y fuera de cada uno de estos vehículos raya en la exageración – o en otras palabras: en la gran capacidad de hacer una pieza única para cada cliente. Empezando por los tonos de pintura en dónde se puede hacer una elección de un poco más de 44,000 colores con los correspondientes tonalidades de hilos, obras de arte en el tablero, un cielo estrellado – textual – en el interior gracias a los patrones que se pueden poner en el techo.
Otro punto del que vale la pena hacer mención es la anulación de ruidos exteriores lo que nos proporciona un nivel sin precedentes de comodidad al desplazarnos a bordo de este magnificente automóvil. Definitivamente, no hay un detalle en todo el vehículo en el que no se haya pensado para personalizar, se puede escoger hasta el color de las sombrillas que llevan las puertas.
Este automóvil es, en definitiva, una de las cosas terrenales que nos acercan más al cielo.