LUJO Y ALTA COCINA SOBRE RUEDAS


por Ricardo Estrada

Lujo, paisajes increíbles y alta gastronomía es cómo describiría mi experiencia a bordo del Royal Scotsman. Todo aquello que envuelve este tren se carga de un clásico lujo británico, convirtiendo a este viaje en una joya exclusiva al alcance de sólo unos cuantos.

Todo empieza en Edimburgo, también conocida como “La Atenas del Norte”. Con su estilo único y ambiente mágico, es el marco perfecto para dar inicio a este railtrip. La cita es en Waverly Station, lugar de partida del viaje y donde nos recibe el particular host del tren, quien nos acompañará durante toda nuestra estancia en el recorrido por Escocia.

La experiencia comienza con la singular bienvenida de una gaita, ritmo que nos sigue hasta abordar el ferrocarril. Al embarcar, la cálida acogida por parte de la tripulación, se concilia con la predominante ambientación clásica de los vagones. Todo está en su lugar y hay un sinnúmero de detalles que complementan este primer encuentro: grandes sonrisas, cartas y postales personalizadas, cocktails de bienvenida y otros, me hacen pensar que el largo viaje hasta al Reino Unido ha valido la pena.

El viaje inicia en dirección hacia el norte, con miras al antiguo Reino de Fife. Conforme el tren avanza hacia las tierras altas, o Highlands –como las llaman los locales –, los paisajes se parecen, cada vez más, a fotografías dignas de postal. Al caer la noche, el Royal Scotsman presenta su carta estrella: la cena. Debo confesar que quedo impresionado por la calidad de los platillos en los menús establecidos. El limitado tamaño de los vagones no es un obstáculo para la perfección gastronómica, la cual adquiere aún más méritos cuando pienso en las peripecias y la magia que debe realizar el equipo de cocineros a bordo.

Como primer plato, disfruto pato asado a las cinco especias, bañado en una salsa remoulade de apionabo y pera; complementado con unos toques de compota de cerezas. Un manjar perfecto para abrir el apetito. Para el segundo tiempo, elijo la opción de Halibut, filete rostizado que viene acompañado de papa fondant y una velouté de espinaca, almeja y mejillón. Aún no puedo decidir cuál de los anteriores, si el pato o el pescado, es mi favorito. Cuando llega el postre, resulta inevitable la sonrisa compartida con los demás comensales, un delicioso timbal de moras de temporada hecho con gelatina de champagne nos hace cómplices de los mismos placeres, perfectos para terminar la velada. Junto con el aperitivo, llega el tren a la estación de Boat of Garten, dónde pasaremos la noche en nuestros pequeños, pero cómodos camarotes.

El desayuno, al siguiente día, es contundente. Por primera vez pruebo el tradicional haggis, un tipo de embutido de cordero bastante especiado. A éste se le agregan huevos al gusto, puré de papa y nabo, una excelente forma de empezar un agitado día. Bajamos del tren para dirigirnos en autobús a Rothiemurchus Estate, en el corazón del parque nacional Cairngorms. Ahí se puede practicar tiro con rifle, pesca o senderismo, dependiendo de cada gusto. A pesar de nunca haber tomado un rifle, opto por intentarlo y los instructores, con su paciencia y disciplina, me ayudan a conseguir una feliz racha de disparos certeros.

Luego de pasar la mañana adiestrando la puntería o probando suerte con la pesca, regresamos hambrientos al tren, donde nos esperan con refrescantes cocktails y canapés. Cada uno de los productos ofrecidos en el Royal Scotsman, incluidos los quesos, son nacionales. Así inicia la comida, a la que se incorpora un delicioso risotto de pera y calabacín, sumando también una ensalada con balsámico y el postre; una exquisita tarta caramelizada de cítricos con reducción de naranja.

Después, llegamos hasta Culloden Battlefield, un sitio de interés nacional protegido por la asociación Historic Scotland. Ahí, un carismático guía nos brinda un tour privado por los históricos campos de batalla –en donde se enfrentaron jacobitas y partidarios de la casa de Hanover –. Posteriormente a la historia, vienen los tragos y, para cerrar la tarde, visitamos Strathisla Distillery; una de las destilerías más antiguas de Escocia, aún en funcionamiento y en la que se produce uno de los whiskys más reconocidos del mundo: Chivas.

Otro de los mayores atractivos del tren es su gran carta de bebidas, con una estudiada y amplia selección de los mejores whiskys escoceses. Y, aunque no se sepa mucho al respecto, no importa, ya que los camareros – expertos en whiskey –; hacen de cada trago una cata sumamente disfrutable, al apreciar los mejores destilados. Para las cenas y comidas, la selección de vinos es variada y de gran calidad, en su mayoría compuesta por ejemplares franceses, sudafricanos y neozelandeses.

El regreso hacia el sur se anuncia con espectaculares panoramas y vistas de Aberdeenshire y Angus, lugares conocidos por conservar uno de los mejores productos cárnicos del mundo entero. La cena es de gala y, para dar formalidad al evento, la mayoría de los invitados usan kilt, la tradicional falda escocesa que da un toque aún más elegante a la ocasión. Los tres tiempos son inmejorables. Para empezar, Paupiette de salmón ahumado con roble escocés, tomates y cebollín. Sigue un filete de carne acompañado de puré de papa y rábano picante, personalmente, uno de los mejores cortes que he probado. Para finalizar, tanto con la cena como con el viaje, una delicia de chocolate blanco y frambuesa.

Al día siguiente esperan más paisajes y un temprano arribo a Edimburgo. Con su estilo tradicional inglés, elegancia y exclusiva compañía, el Royal Scotsman es, por mucho, la mejor manera de explorar –y degustar – Escocia.