Phil Frost


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Por Marlene Mizrahi

Un compuesto entre lo que se siente y lo que se hace; entre lo que se mira, lo que se imagina y el momento que se vive: eso es el arte de Phil Frost. Artista autodidacta que se dio a conocer en 1990 por sus instalaciones en las calles de Nueva York.

Tal y como la escarcha, Frost hace honor al significado de su apellido en español y presenta obras en las cuales combina el borde rasposo y sin pulir de la calle, con una elegante estética pictórica; pues ¿quién no se ha fascinado por una ciudad cubierta de nieve?.

El rocío cae, y poco a poco se va acumulando. En similitud a eso, las obras de este artista estadounidense generalmente se componen de numerosos paneles, que –como la protección del frio– luego se fijan a sus objetivos bajo el refugio de la oscuridad, es decir, en su estudio. Esto significa que, para sus primeras muestras sobre las calles de Nueva York, Phil Frost, antes de comenzar a trabajar dentro de su estudio; exploraba, medía y analizaba las ubicaciones. Y es así como, tanto para él como para cualquier persona que no quiera enfriarse bajo la nieve, primero se percibe el entorno y luego se actúa conforme a este.

Nueva York es una ciudad de movimiento imparable, donde todo, sin importar qué cosa sea, encaja perfectamente; desde anuncios, coches, sonidos, incontables idiomas, naturaleza, basura y más. De ahí que personas, sonoridades, hojas de papel, clavos, palos, hasta un pájaro muerto que recoge en la carretera, todo sea parte del arte de Phil Frost que, según sus propias palabras: “son culminación de donde estoy en un momento o lugar en particular”. Y su vivir en –como diría John Fitzgerald– La Gran Manzana, convierte a sus creaciones en un revuelto híbrido de modelo, color y textura.

El lenguaje, la palabra y el símbolo son otros elementos presentes en su obra, pues quien haya caminado entre los rascacielos de esa enorme ciudad, habrá notado la infinidad de idiomas y acentos a partir de los cuales todos buscamos recrear historias. Y más que relatos, lo que Frost utiliza son las palabras, los lemas y símbolos gráficos que toma prestados; los cuales, al igual que lo percibido en las banquetas de Nueva York, son un híbrido de varios idiomas, tanto reales como imaginarios. Estos se presentan como capas dentro de sus trabajos y, finalmente, crean composiciones espirituales en su naturaleza, buscando transmitir la agitación interna como mantra u oración gestual. A partir de esto y equivalente a esas historias que nos inventamos a partir de gestos e idiomas que no conocemos, sus creaciones desencadenan una serie de asociaciones no lineales e inesperadas correspondencias.

Una vez derretida la escarcha es capaz de colarse dentro de los establecimientos, y es así como –líquidamente– las obras de Phil Frost entran en los muesos, primero con fuerte presencia en exposiciones colectivas, hasta que –en 1999– monta su primera exposición individual en la Galería Shainman Jack, en NY. Su sensación ha sido tal que también aparece en la portada de varios discos, como los de DJ Shadow y Sick of It All, comprendiendo aún más su estar en el mundo.