JAFFA


Ciudad antigua y hogar del arte

¿Qué imaginas de una ciudad como Tel Aviv? Donde se habla hebreo e inglés y las leyendas del pasado se funden con la vida cosmopolita. La realidad superó mis expectativas cuando recorrí la ciudad antigua de Jaffa, un lugar lleno de historia que se ha consagrado para la expresión artística y la cultura israelí.

Texto y fotos ARTURO EMILIO ESCOBAR

Tel Aviv es una próspera y joven ciudad que entre los años 20 y 40 estuvo inmersa en cambios económicos, sociales y culturales, forjando así su espíritu de renovación y una especial conexión con el arte. Durante ese periodo se construyó la parte conocida como La Ciudad Blanca, con un gran número de obras que hicieron de Tel Aviv el mayor centro de arquitectura Bauhaus del mundo, por lo cual, se convirtió en una de las pocas ciudades modernas que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Los contrastes que saltan a la vista en esta metrópoli israelí siempre me han atraído porque narran historias y sucesos que han cimentado su paso en la construcción de un nuevo mundo. El casco antiguo de Jaffa es uno de esos lugares con magia, cuya placa en el acceso nos indica que estamos en un ambiente único: Old City of Jaffa. The Gate to the Ancient World.

Oficialmente fundada en abril de 1909, Tel Aviv comenzó su historia en Jaffa (Yafo), la ciudad colindante al suroeste que suma tres mil años de antigüedad y leyendas bíblicas. Al haber sido construida sobre un acantilado, es muy agradable emprender una caminata, pero lo ideal es recorrer la zona con un culto y amigable guía turístico, como nuestro amigo Moshe Cohan, quien nos mostró, por ejemplo, el Gran Hapisga: el Jardín de la Cumbre con sus antiguas murallas. También conocimos varios de sus edificios de piedra erigidos durante el imperio otomano, durante el siglo XVIII, los cuales, después de una minuciosa restauración, han recuperado su esplendor para albergar numerosas galerías de arte como las de Frank Meisler y Horace Richter, el Museo Ilana Goor; joyerías de diseño artesanal como las de Yvel; además restaurantes, cafés y un pequeño mercado.

Otros tesoros de la antigua ciudad son el Monasterio de San Pedro, que data del siglo XVll; la casa de Simón el Curtidor, donde Pedro tuvo una visión; la Mezquita Mahmoudia, con su fuente para los peregrinos y la otomana Torre del Reloj.

Por esa vida cultural, actualmente la ciudad de Jaffa es famosa por ser el barrio de los artistas, incluso hay talleres especializados en artículos judaicos, con piezas de diseño contemporáneo que fascinan por su impecable manufactura. Al emprender un paseo por sus callejuelas te darás cuenta de su laberíntico trazo urbano, no obstante, para evitar confusiones todas sus calles fueron nombradas con los signos del zodiaco y señalizadas con atractivos gráficos.

EL MUSEO
ILANA GOOR

Apenas pongas un pie en la plaza que conduce a este famoso recinto te darás cuenta que se trata de un escenario surrealista, ubicado dentro de un amplio edificio del Siglo XVIII, rodeado por el impresionante paisaje de la costa de Tel Aviv. Sus muros abarcan fascinantes hechos históricos que tienen más de 280 años de antigüedad, porque en el pasado esta construcción fue la primera posada para los peregrinos judíos en su camino hacia Jerusalem. Luego, en el siglo XIX el inmueble funcionó como una fábrica de jabones y perfumes a base de aceite de oliva, que fue uno de los principales campos de exportación en Israel.

A inicios de los años 90, Ilana Goor compró el edificio para exhibir sus piezas y la formidable colección de otros artistas. Ella nació en Tiberias en el seno de una familia culta, integrada por respetables médicos y artistas, pero nunca estudió arte o diseño en algún instituto, sin embargo, desarrolló sus propias técnicas desde una temprana edad, uniendo diferentes piezas para formar estatuas. Sus muebles, lámparas, esculturas, utensilios, joyas y artículos de moda han sido expuestos en numerosos museos, tanto de Israel como del extranjero, por ejemplo, el Museo de Artes de Tel Aviv y el Museo de Arte del siglo XX de Viena.

“El arte sólo se puede entender cuando se toca, se siente y se utiliza como parte de la vida cotidiana, por eso, en lugar de ser exhibido en un sagrado espacio de color blanco, mi museo se entrelaza con la vida misma, tratándose de una expresión artística que no está fuera de nuestro alcance, que no es elitista ni esterilizada, sino más bien accesible para el visitante”, dijo la creadora.

Uno de los criterios detrás de la planificación y curaduría del Museo Ilana Goor, utilizado también como la residencia de la propia artista, es el concepto en el que se fundó: combinar el diseño, el arte y la historia esfumando los límites entre las diferentes áreas, al poner en práctica la idea del arte como parte de nuestra vida.

Durante la renovación del edificio encontraron diversos hallazgos, como el horno de piedra ubicado en el sótano, lo que forma parte de una auténtica reliquia de la fábrica de perfumes. En 2010 también revelaron un techo que fue elaborado con jarras de ánfora, cuya apariencia es similar a una tela de encaje, es una bella construcción donde se utilizó la artesanal técnica de colmena.

Actualmente, el museo alberga más de 500 obras de artistas israelíes junto a las piezas que ha creado Ilana, en su mayoría esculturas en bronce con alma naturalista. Su colección incluye pintura, escultura, video arte, dibujos, antigüedades, piezas tribales y mobiliario, que se mezclan en un ambiente surreal con obras de Diego Giacometti, Henry Moore, Joseph Albers y Uri Lifshitz. Asimismo, descubrimos el agreste y abstracto enfoque de los años 70 de Pinjas Cohen-Gan y Joshua Neustein, el racional y experimental arte de Yaacov Agam y Osvaldo Romberg, así como la expresión figurativa de Yigal Tumarkin y Pesi Girsch. Es así como la singularidad del museo se encuentra en los inesperados contextos generados por cada autor, tanto a nivel humano como visual.